El crecimiento exponencial de la información disponible se percibe en economía como una extraordinaria oportunidad global para el desarrollo, y como posibilidad de un crecimiento y oportunidad de progreso mayor de lo imaginable hace pocas décadas.
Dentro de estas “lógica de la producción” y “lógica del crecimiento indefinido” (que, aunque imperen, ¿sabemos si son las mejores?) los esfuerzos se centran en:
- Tener la capacidad de obtener, tratar y analizar grandes cantidades de datos en múltiples formatos, disponiendo de los mejores modelos para atender a las dimensiones propias de Big Data: volumen de datos, velocidad de obtención y variedad de fuentes.
- Ser capaz de integrarlos y darles el necesario sentido para convertirlos en conocimiento.
- Tender el puente entre datos, conocimiento, y negocio, aplicando las metodologías de Inteligencia Económica para poner Big Data a disposición de quienes toman decisiones, en forma de informes operativos que reduzcan la incertidumbre y potencien el talento, experiencia y capacidad de innovación.
Inseparables a esta corriente son las ideas fuerza constantemente repetidas acerca de la “sociedad del conocimiento”, el “cambio constante y acelerado”, la “multiplicación de las incertidumbres”, y la “necesidad de estar preparados para un entorno fluido”.
Aunque… ¿es esa “la realidad”? ¿O es “un detalle” si lo comparamos con las consecuencias y retos de la sobreinformación, o con la extraordinaria oportunidad de la interconexión?
Y, sobre todo, ante los desafíos que plantea el desarrollo de tecnologías y soluciones bajo el paradigma "como es posible vamos a hacerlo", ante el transhumanismo, ante la conversión de las personas en fábricas de información, ante la pérdida de atención y sentido crítico por el ansia individual de traficar con datos... ¿quién puede liderar?